jueves, 21 de junio de 2012

saber perder



Si ya lo sabía yo. Nunca tuve esperanzas de que este sistema funcionara, porque perdía siempre al monopoly. Mis hermanos me daban unas tremendas palizas (y no sólo a este juego). Eran mayores y brillantes y a la niña pequeña no le quedaba otra que sobrevivir. Lo del monopoly fue premonitorio...no sólo porque acabé viviendo en las calles en las que jugaba de pequeña (María de Molina, paseo de las Delicias),  además es que a mí eso de la acumulación de riqueza no se me da bien. Suelo comprar caro y vender barato, suelo descubrir los barrios antes de que se pongan de moda, me hago amiga tanto de mis clientes como de mis proveedores, no miro lo que gasto cuando lo necesito, regalo mi trabajo cuando me parece necesario. Creo en los tratos justos para los dos, aunque suene a pleonasmo. La lucha por comprar y atesorar mientras desplumas a los demás no me convence. De hecho, el monopoly me parece un juego odioso. No es que sea un ángel, seguro que es porque siempre perdía, igual que ahora.
Sigo pagando cada vez que caigo en la casilla de los impuestos; según salen los dados, me devuelve hacienda o me hace una paralela; la carta de blanquear dinero nunca me sale. Al parecer, sigo invirtiendo a deshoras, en un tablero completamente privatizado, pagando en cada casilla y viendo como se enriquecen los listos. No hay manera, no voy a ganar. Por eso, igual que cuando era pequeña, voy a refugiarme en mi pequeña propiedad (calle aristóteles, que ni siquiera sale en el monopoly pero sí en los libros de filosofía) y abstenerme de especular porque yo no sé hacer eso.
Imaginaos un puto tablero donde apuestas contra la deuda soberana de los países de tus adversarios, donde te afanas por cobrar aun a costa de arruinar, en una partida que se ha puesto bien intensa; los adversarios ya no son tus hermanos ni tus amigos como en un juego de mesa, hay putos jefazos sentados a la mesa, y sobre el fieltro, al lado de las copas, los ceniceros y el omeprazol, muchos millones de personas de un bando y de otro, involuntarios peones que se juegan sus derechos más elementales; hay lobbies y multinacionales con millones de euros y dólares empujando del otro lado. Que no os engañe la merkel, esto es un juego de corbatas y camisas arremangadas.
España está en juego, lleva tiempo en el tablero y parece que ningún jugador la quiere, no me extraña, está tan maltrecha...A ver como termina esta mano. Pinta mal. Bancos podridos, políticos corruptos, gentes pasivas...Pero yo ya sé perder, aprendí de pequeña. Se trata de minimizar los daños, porque cuando se cansen del juego, los señoritos de corbata se irán a sus mansiones, más o menos ganadores, siempre riquérrimos, agotados de su partida, y si salimos de esta tendremos una tregua hasta la próxima timba. 
ah, y feliz solsticio.

jueves, 7 de junio de 2012

Yolanda

nunca leerás esto, Yolanda, aunque vives en el sexto y yo en el octavo, porque este blog no lo lee ni dios salvo los muy amigos, y porque la distancia que media entre dos tramos de escalera y una puerta -cerrada- es una distancia infinita. Porque ayer tu marido tocó fondo y se encerró en casa con tal violencia que provocó un arrebato policial en la puerta de casa, una pesadilla de luces azulesa mediodía y por la tarde, ocho coches ¿cómo cabrían tantos maderos en el rellano? perdona que te diga, Yolanda, que tu marido se había encerrado en casa y no atendía a razones. intentaron convencerle todos los policías, los psicólogos del samur. horas y horas de impuestos. nuestros...y después de tanto despliegue, decides que no le denuncias. los polis se van de vacío y esto solo ha sido un show. Sé de buena tinta que le tienes miedo, un  miedo cerval, tanto como para haber dormido con él después del tremendo numerito, y que sigues viviendo en la casa aunque prácticamente todas las vecinas nos hemos ofrecido a acogerte. No sé qué haces Yolanda, salvo servir al miedo. Hacen falta muchos años para forjar una dependencia así. Me lo ha contado en confidencia mi conserje, pero os lo comparto porque total esto no lo lee nadie. tengo un loco, un potencial asesino bipolar, viviendo -si eso es vida- encerrado en su casa, y su mujer lo aguanta.