viernes, 13 de abril de 2012

14 de abril


Me pregunto que hubiera pasado si en lugar de ser froilán, hubieran pillado a un gitanillo con una escopeta en un descampado. A su padre le habría caído un paquete, cómo no, de cuartelillo, y el niño correría el riesgo de caer en manos de los servicios sociales de atención al menor. Pero no, era un infante de españa en una espectacular finca en soria. Vivimos en un país donde los señoritos, desde siempre, han hecho lo que les ha dado la gana, como enseñar a sus niños a disparar, a matar animales para demostrarles su poder ya desde pequeños, desafiando las leyes, porque en sus cotos privados y en sus palacios la justicia no entra.
¿A nadie le parece raro que le den armas a un chavalito, aunque sea super pijo y esté con papá? poco daño se ha hecho agujereándose un pie. Su abuelo era tan aficionado a la caza que en su infancia se cargó a su hermano; y no se le quedó un trauma ni nada porque siguió cazando. Se iba de safari y mataba leopardos. Va gratis a todas partes, y se le debe pleitesía y reverencias y qué se yo. No hablemos de su hija y su yerno, presuntos ladrones de guante blanco, aunque ella sea intocable. Apesta. Y a todos les parece natural.
¿A todos? No: hay una aldea de republicanos feroces que saben que la monarquía es un fiasco, un sistema caduco. En el aniversario la constitución de cádiz, recordad que fue un borbón quien la derogó sólo dos años después: el absolutista fernando séptimo, entre los aplausos de la caverna de su época. A tomar por culo la ilustración, la revolución industrial, el futuro. Como diría Valle Inclán, "Santiago y cierra españa...a la libertad y al progreso."
Que les jodan a todos estos de la familia real. Que se ganen la vida con lo que se han llevado a sus paraísos y vendiendo exclusivas al hola, pero no con mi dinero.
Así pues, amigos, hoy, mani republicana. Allí estaremos. Empezad a pensar vuestros lemas y pancartas!

miércoles, 11 de abril de 2012

Un cuento


Del álbum de Pino, de Iñigo Villalonga

Alfonso Capone sube en el ascensor. Por fin se ha quitado de encima a los guardaespaldas, y mientras se afloja la corbata, golpea el suelo alfombrado con su zapato italiano, impaciente por llegar a casa. Reuniones, ejecuciones, sobornos. Producir, producir producir. ¿Es que esto no funciona si él no da las órdenes?

Cruza el pasillo deprisa, el largo abrigo camel ondeando tras él, y abre la puerta.

Ella le espera en el hall, sonriente, con sus hermosos ojos pintados de kohl, su pelo corto tan brillante, y baila a su alrededor con movimientos alegres. A diferencia de otros días, el gangster no le hace caso. Hoy está muy harto. Camina hasta el salón y se pone una copa. Ella, deteniendo su juego, le mira desde el umbral. Silencio hasta que él claudica:

-Ese rabo, que sepa yo cómo te alegras.

La perrita se acerca trotando, segura de sí misma, y se tumba en el suelo ante su amo, aceptando sus caricias con expresión hierática. Sólo el rabo la traiciona.

Después de terminar el saludo, Alfonso Capone se sienta en el mullido sofá con la perrita en su regazo y le cuenta todo lo que ha hecho en el día. Reuniones, ejecuciones, sobornos. Ella escucha con las orejas en alto. Cuando se detiene, le lame la mano invitándole a seguir.

-Y dime, ¿cómo lo he hecho?

Un ladrido de respuesta. Y luego otro y otro más. Capone inclina la cabeza y medita. Después, se va a la cama contrito, y le cuesta dormirse pensando que mañana tiene que hacerlo mejor, porque no soporta que su jefa le riña.

En su lado de la cama, la perrita ya duerme, sus patitas tendidas, la respiración regular, ajena a su enorme poder.