domingo, 1 de mayo de 2011

un cuento



El jardinero celeste se quedó pensando. ¿Cuánto tiempo hacía que no pasaba por aquella galaxia lejana muy lejana para comprobar que todo funcionaba adecuadamente? Los sistemas climáticos, las órbitas, los cometas. Tenía un poco descuidada esa zona del universo. Se transportó a la vía láctea en un suspiro y examinó las nubes de estrellas. Algunas eran muy viejas y se consumían en una brasa, rodeadas de planetas de carbón o de gases. Pero otros soles brillaban iluminando planetas florecientes de color azul, envueltos en nubes, paraísos de fauna y flora, amaneceres rosados y lunas de plata.

Examinó los sistemas recolocando alguna estrella, barriendo unos asteroides incómodos, cuando de repente, ¿qué es esto?, exclamó. ¿Este no era el planeta que hace varios siglos tenía algunas manchitas?

Ahora las manchas habían crecido. Había grandes zonas desérticas a la vez que grandes ciudades, oscuros tumores gruesos como rascacielos y extensos como suburbios, unidas entre sí por largas venas de asfalto. Los mares estaban teñidos de marrón y negro. Salía humo de todas partes, la capa de ozono estaba destrozada… apestaba a radioactividad. De los animales que tendría que haber, quedaba sólo una pequeña parte.

Está claro que el planeta estaba infestado.

Una sola especie se había adueñado de la tierra. Sin piedad, había cazado y pescado a las demás especies, las había dominado. Había cultivado, deforestado e inundado a su conveniencia, y construido y construido hasta desbaratar toda la belleza y poner en peligro el equilibrio del planeta.

La infección iba más allá de la tierra: los aviones surcaban los cielos dejando estelas de humo blanco y aún más lejos, la basura espacial rodeaba el planeta; había suciedad hasta en la luna. Es más: había avanzadillas en lugares muy lejanos, naves de exploración que amenazaban con infestar todo el sistema solar. Peor que el carbunco o la filoxera, peor que la procesionaria o la langosta. Había que actuar.


Él no sabe que debajo de esa plaga, esa infección, ese cáncer, hay música y poesía, catedrales, Matisse, Marilyn o Messi, sin ir más lejos, o mi madre, que era fantástica…toda esta belleza no va a servir de nada. El jardinero celeste piensa en fumigar y exterminar. Considera la posibilidad de una glaciación o una lluvia de meteoritos, cuando de pronto, salta una alarma en el otro extremo del universo. Una estrella acaba de explotar. Sin dudarlo, el jardinero acude al siniestro. No hace falta intervenir en la tierra: sin duda, en poco tiempo la raza humana se exterminará por sí misma.

1 comentario:

  1. ¿Y no deberíamos asegurar que los vea? - Pregunta el niño ingenuo dentro de mí. La conciencia, parte racional de este organismo dual responde: - ¿Cómo separar la cosecha mala de la buena con máquinas tan grandes cuando el grano es tan pequeño? ¿Cómo separar las piedras de las lentejas cuando ya están en la olla?... ¿Cómo separar los políticos honestos del 99% restante?
    Se tendrán que diferenciar, – pensó ella – alejarse de los otros, demostrarles su incomprensión, su negativa, recriminarles su traición.
    Espero que aún puedan ver – de nuevo mi niño ingenuo – Espero que aún sepan mirar – Respondió ella. Su mirada se perdía en el desánimo.

    pd. Me encantó.

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